Leemos en la obra de Cervantes , que el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha comió bacalao (un plato de las clases más humildes en aquella época) entre aventura y aventura.
Ida la vieja, se sentaron todos alrededor de la estera, y la Gananciosa tendió la sábana por manteles; y lo primero que sacó de la cesta fue un grande haz de rábanos y hasta dos docenas de naranjas y limones, y luego una cazuela grande llena de tajadas de bacallao frito. (Cervantes. Rinconete. Alcala de Henares: Centr. Est. Cerv., 587)
En Estebanillo, volvió a probarlo.
Yo, por no dejar a mi amo sin comer, ni hallar por mis dineros con que encubrir el robo marítimo, arrimé al fogón la piñata llena de tajadas de bacallao, pensando que en virtud del ajaso y pimentón supliera la falta del sucedido fracaso; y habiendo espiado una olla de un capitán (pienso que podrida, pues tan hedionda fue para mí), y visto que el guardián della se entretenía en la crujía en el juego de dados, le di [a] él gatazo, y a su olla asalto, pues yendo a mi rancho, y trayendo un pequeño caldero vacío, tras pasé el bacalao a él y la olla del capitán a la mía. (Estebanillo. Cátedra, I, 90)
Ya saben, a probar el bacalao...y a leer el Quijote!